lunes, 30 de enero de 2012

Armaduras


Las apariencias engañan. Será cuestión de genética o más bien cuestión de suerte, la suerte que nos haya tocado vivir, la que nos invita a aparentar que somos lo que somos, o lo que no somos y queremos ser.

Si aprendes a caminar sobre alfileres, tus pies se acaban haciendo duros del camino, acaba por no doler, ¿o no? o sigue doliendo igual, pero la experiencia (o rutina, tal vez) de pasar una y otra vez por el mismo lugar nos otorga el poder de poner la mejor cara ante un suelo que quema, que pincha y duele como el primer día. Ya no sé si la vida nos hace fuertes, si nos hacemos fuertes nosotros o si somos simples débiles con cara de situación. Vestirnos de felicidad para salir a la calle y quedarnos desnudos al dormir.

Penoso trabajo tener que cargar día tras día con la armadura y la sonrisa que más pesa, tener que recordar cómo eras antes para, de vez en cuando, dar pinceladas de lo que fue. Lo simpática que eras, lo agradable, lo buena persona...

El problema llega cuando alguien nos ve caer, cuando flaquean las fuerzas hasta el extremo de dormir desnuda con alguien, si te ven llorar, temblar de miedo... Si ven en tus ojos todas las grietas que hay dentro de ti...Si eso pasa, estás perdida. De nada sirven ya tus caras, tus armaduras, tus sonrisas que pesan toneladas. Saben quién eres, te han calado y ahora ya de nada sirve todo lo que intentes aparentar. Y eso no es más que otro fracaso. Que te quiten el disfraz y seas la única que va desnuda en este puto teatro.

lunes, 23 de enero de 2012

Dejarse llevar suena demasiado bien.....


Después de tanto tiempo buscando alguna respuesta, caes en la cuenta de que no hay emoción más extraña que el miedo. Su definición literal es tan clara que da miedo, nunca mejor dicho; algo así como "aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea". Pero, ¿siempre el miedo aparece para librarnos de algo que no deseamos?...

Nos empeñamos en perdernos entre miles de preguntas que lo único que hacen es alejarnos del verdadero motivo. Nos sentimos liberados, relajados cuando nos escondemos bajo la sábana dejando fuera de ella la realidad. Esa que está ahí aunque joda. Puedes dormir tranquila, serena... puedes tener dulces sueños o la mejor de tus pesadillas, pero el sol aparece, la mañana está ahí y siempre, siempre... llega la hora de destaparse. Tras la sábana está la verdad, la que nos empeñamos en pintar de nuestros colores preferidos. Tu verdad con todos tus miedos. Nos agobia la incertidumbre, la novedad. Nos aprieta el qué dirán, los cambios radicales. Nos angustia asumir.

Perdemos las nociones básicas de lo que es esto. Porque tener miedo es absolutamente genial, por y para perderlo. Que vivir a corazón abierto es un placer que pocos experimentan. No sé lo qué ni cómo será, pero yo ya he empezado a desabrocharme mis botones. Porque hace un calor inmenso bajo la sábana, porque desde aquí dentro no se ve nada. Porque hay que salir cueste lo que cueste, digan lo que quieran. Porque mi ropa de valiente me acompaña esta vez. Porque ya basta de perder el tiempo y no temer. Quiero tener miedo, quiero perderlo. Quiero perderme y encontrarme cuarenta días después. Que me pregunten dónde has estado y ni siquiera yo lo sepa. Quiero ser peor, más extraña, más mentirosa, más inestable, más insoportable, más incomprensible, más tierna, más áspera, quiero serlo todo y ya. Que nadie entienda nada de lo que escribo, sólo los que tienen miedo. Que quienes tienen “miedo a” lo pierdan, se despojen.

Porque afrontar el temor es tan sencillo como dejar de pensar y actuar.

Dejarse llevar suena demasiado bien.

domingo, 1 de enero de 2012

¡Yo misma!



Estamos comenzando el año y en esta ocasión la entrada del blog me la quiero dedicar a mí, para que los que no me conozcan lo hagan y para que los que sí me conocen puedan comprenderme un poco más.

Yo no soy peor ni mejor que nadie.... ¡Soy Yo!

No soy una teórica de la vida terrenal ni de la vida celestial, soy alguien que ama profundamente la vida y vive. Estoy dotada de grandes defectos y de algunas virtudes. Me esfuerzo en vivir, por crecer, y por mejorar, y lo hago con ímpetu. Por eso sufro más de lo que muchas veces soy capaz de gestionar. A veces hago una montaña de un grano de arena, lo paso mal y me derrumbo; en cambio, otras veces convierto la montaña de arena en simple polvo y me hago tan fuerte que creo una barrera infranqueable que nadie es capaz de atravesar.

Los años me han cambiado y mucho. Soy extremadamente insegura, comedida y prudente, pero me gusta la gente y confío en ella. Dejo pocas cosas al azar ya que no estoy hecha para la improvisación.

Me gusta cuidar de la gente. De MI gente. Me esfuerzo en hacerlos partícipes de mi vida. Me satisface saber que hay personas que me cuidan y me quieren incondicionalmente. Ellas hacen que mi vida sea un poco más fácil y que merezca la pena disfrutarla.

Cómo todo el mundo, hago las cosas a mi manera e intento compartir las cosas que más feliz me hacen: salir, reír, viajar, el cine o simplemente charlar durante horas. Lo he convertido en rituales sagrados. Son cosas que no hago con "cualquiera". Porque "cualquiera" no entra en mis planes. Porque no necesito estar rodeada de "cualquiera".

No voy a disculparme por tener unos padres maravillosos ni unos hermanos espectaculares. No me avergüenza tener una infancia dulce a mis espaldas, ni una adolescencia ávida de emociones o estar viviendo una juventud plena.

Reconozco mis limitaciones y las asumo. Sé que soy una persona compleja, repleta de aristas y matices.
Sé que no soy una chica de revista, pero me acepto, aunque me queje mucho... me acepto porque no queda otra (como dice mi madre, "la herencia es la herencia, hija"). Sé que no soy excesivamente inteligente pero no soy tonta; ni excesivamente divertida, pero me encanta reír y hacer reír. Le temo al rechazo de la gente y eso hace que quizás a veces sea demasiado complaciente con gente que posiblemente ni se lo merezca. Sé que esto no es lo más propio, pero es que soy así.... .

En general, no causo gran impacto, ni gran decepción, más bien paso desapercibida; pero sí creo que soy buena persona.

No me gusta perder el tiempo. Considero que perderlo es obsceno porque no disponemos de mayor riqueza que esa.

A lo largo de mi vida he aprendido que los amigos son la familia de "libre elección", por eso me tomo mi tiempo al escogerlos. Sé reconocer lo que da valor a cada persona, aunque ellos no sean capaces de verlo. Cuido a mis amigos porque son una parte fundamental de mí.

Yo no digo las cosas constantemente, pero las hago constantemente: les llamo, les escribo, les pienso... Con algunos paso meses, años de ausencia física, pero aunque no les veo son cómo un riñón: no lo veo, no lo toco, pero sé que está ahí cumpliendo su función y facilitándome la vida.

Si me alejo, no hay vuelta atrás. Las distancias emocionales que construyo son letales. No creo en la hipocresía, ni en los compromisos, ni en la indiferencia, ni en la mentira. Me gustan las cosas auténticas y las disfruto. Para mí no hay nada más: en lo auténtico está a verdad.

Considero especiales a los que me rodean, pero no gratuitamente, sino porque realmente lo son.
Todos decidimos a quién elegimos para hacer nuestro camino. Así, caminar resulta más sencillo.
No creo en la felicidad absoluta porque no creo en imposibles. No creo en utopías. Las fantasías están para otras cosas, pero no para vivir en/de ellas.

A veces simplifico las cosas y vivir me resulta más fácil. Aunque también siento miedo, rabia, incomprensión, tristeza a menudo. En esos momentos pienso en lo que soy y en lo que tengo (mi gente), en lo que me queda por vivir y me hago fuerte. Vivo a ciegas, cómo todo el mundo. Pero no lo hago sola. Otorgo a cada uno de mis amigos un lugar y me preocupo porque disfruten de él.
Pienso en ellos y me siento afortunada.

En definitiva, no soy nadie sin ellos. ¡Os quiero! ¡Millones de gracias por formar parte de mi vida!